Las películas de bajo presupuesto siempre producen algún efecto en todos aquellos que les dan una oportunidad, ya sea en la gran pantalla o después de su llegada a las tiendas. Backseat Fighter, la última producción de Mario Pagano con Iván Sánchez como protagonista llegó a las salas el pasado 25 de noviembre y vamos a contaros qué nos pareció.
En Backseat Fighter seguimos a Mark (Sánchez), un luchador nómada que es transportado en el asiento de atrás de un coche para luchar en combates clandestinos. En su camino se encuentra con Sandy (Martina García), una hermosa joven prostituta de carretera. Ambos comparten un mismo deseo: olvidar el dolor y comenzar desde cero una nueva vida. Sin embargo, Mark está a punto de reencontrarse con el pasado del que ha huido y esto pondrá en peligro su plan de escape, a Sandy y a todos los que le rodean.
Durante todo el metraje, conoceremos a un Mark cerrado por completo a raíz del dolor más grande jamás imaginado, la culpa que sigue persiguiéndole después de años y parece que, por mucho que huya, este nunca se irá. Sandy es más transparente, no oculta quién o qué es, aunque no conozcamos el por qué detrás de esas dos preguntas hasta más de la mitad de la película.
Durante todo el metraje, conoceremos a un Mark cerrado por completo a raíz del dolor más grande jamás imaginado, la culpa que sigue persiguiéndole después de años y parece que, por mucho que huya, este nunca se irá. Sandy es más transparente, no oculta quién o qué es, aunque no conozcamos el por qué detrás de esas dos preguntas hasta más de la mitad de la película.
La moral del personaje principal al que encarna Iván Sánchez rescatará en más de una ocasión al de Martina García, sacándole de situaciones de vida o muerte y creando entre ellos un lazo que va más allá de lo físico y que llevará a ambos a recobrar parte de la esperanza perdida en el sendero que es la vida.
Backseat Fighter no brilla precisamente en la calidad interpretativa del reparto. Si bien es cierto que Sánchez y García – e incluso Elia Galera a pesar de su fugaz intervención – te llevan por la historia haciendo que te intereses por el pasado de sus personajes, así como su presente, en muchas ocasiones se llega a una sobreactuación que te echa a patadas de la película.
No es tanto la sobreactuación como algunas escenas lo que acaban por estropear un poco la experiencia del espectador. Y es que ciertos disparos deciden la vida y la muerte de diferentes personajes que, encontrándose en la misma situación, terminan con un final diferente. Esto te lleva a reflexionar realmente si el destino habría sido justo, y a cuestionarte si es probable o no que ocurra.
Hay que reconocer, sin embargo, la calidad en las escenas de lucha que podemos ver en Backseat Fighter. No solo aquellas en las que vemos a qué se dedica Mark, el luchador, sino también aquellas que se desencadenan una vez presentado el problema de la trama. Pistolas e incluso machetes salen en escena para regalarnos grandes coreografías entre los personajes.
Como todas las películas de este tipo, quizás los efectos especiales no sea su fuerte, pero es cierto que a pesar de ello consigue entretener al espectador. Aunque las actuaciones no acaben de enganchar, las escenas de acción y la trama ayudan a acabar con una opinión superior a las expectativas. Tres fotogramas con sabor a 2,5.
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