Me emborraché. Bebí hasta saciarme.
Me rendí ante sus encantos.
Al principio todo iba bien. Entraba bien.
Pero luego cambió. Y pegó el palo.
Y dejó resaca, dolor de cabeza y pesadez de alma.
Sed, no sé de que, igual de ella.
Se llamaba Ginebra, y tenía el pelo oscuro.
Gemma Benito
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